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jueves, 25 de abril de 2024 09:47h.

La Renta Básica en Canarias constituye una obligación moral.

#TourismpostCOVID19, Editorial ALBA SUD 2021 / Su tremenda responsabilidad histórica, Ángel Víctor, Román, Noemí, Casimiro – por Chema Tante  (2020) / La Renta Básica en la perspectiva crítica del turismo - por Rafael Borrás (2021)

 

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Su tremenda responsabilidad histórica, Ángel Víctor, Román, Noemí, Casimiro – por Chema Tante  (2020) *

Creo que pocos gobiernos, en la Historia del mundo, y por supuesto, de Canarias, han tenido tan grande y relativamente tan sencilla oportunidad de mejorar la vida de su país y de su pueblo, como ustedes y el resto de los gobiernos del Planeta tienen en este momento.

Vale la pena hacer un inciso para remarcar eso “del mundo y por supuesto de Canarias”, porque parece que cuando se gobierna en las islas, se olvida que formamos parte del mundo y que lo que hacemos acá, para bien o para mal, contribuye  a la fortuna o la desgracia del mundo.

La Humanidad -quienes la dirigen, mejor dicho- después de desatender las repetidas señales de que sus actitudes destructivas del mundo en que habita, están poniendo en peligro su propia existencia, se ha tropezado de frente con esta covid-19, la primera pandemia planetaria de la Historia.

Y solamente las y los covidiotas se resisten a asumir que en el origen de esta plaga bíblica está el deterioro medioambiental, la globalización de la actividad económica. Ya decía Hipócrates que "las enfermedades no nos llegan de la nada, Se desarrollan a partir de pequeños pecados diarios contra la Naturaleza. Cuando se hayan acumulado suficientes pecados, las enfermedades aparecerán de repente.”

Y Canarias ha puesto su parte, muy importante, si se relaciona con el tamaño de su territorio y de su población, en ese degradación ecológica y en esa aberración productiva. Y no precisamente "con pequeños pecados". Los muchos años trayendo y llevando a millones de personas en largos vuelos contaminantes y de transportar centenares de millones de mercancías desde los confines del mundo, porque eran más baratas que las que podíamos producir aquí; y de quemar cantidades descomunales de combustibles fósiles para derrochar energía, porque a alguien no le ha interesado que la generáramos con tecnologías limpias, y de derrochar cantidades ingentes de agua para llenar piscinas, regar jardines y duchar a millones de turistas… Con todo eso Canarias ha aportado su contribución a la preparación del escenario propicio para la difusión del maldito virus.

Todo, por la operación de un negocio turístico que, a pesar de esa carga ambiental desesperante, no ha sacado al pueblo canario de su penosa situación de siempre: paro, miseria, precios altos, salarios bajos, y unas cuantas personas ricas, más ricas que nunca. No me dirán ustedes que no.

Ahora, Ángel Víctor, Román, Noemí y Casimiro, estamos viendo que ustedes siguen escuchando las patrañas de quienes pretenden que nada ha cambiado, que Canarias puede retomar su andadura funesta, que lo que tienen que hacer ustedes es enfrentar la catástrofe social, hasta que las islas puedan empezar a recibir de nuevo las manadas de turistas, cuanto más numerosas, mejor, para recuperar rápidamente, no lo perdido, sino lo dejado de ganar. Aquí, quienes han perdido son las personas pobres. Las ricas, siempre tienen de donde sacar. Y bastante que han sacado hasta ahora, comerciando con el patrimonio de toda la grey canaria.

Pero eso, retomar el turismo masivo, ya no es solamente funesto. Es, además, imposible. Hasta que se descubra y se administre universalmente la vacuna, los viajes serán anatema. Al menos los masivos. La gente que sabe de salud, no la del turismo, no la de los aviones, ha dicho que eso de la ventilación vertical y los filtros de aire, no pueden esgrimirse para justificar el hacinamiento en los aviones. El maldito virus no se moviliza por aire, sino en las minúsculas gotas de saliva. De manera que si tu prójimo o prójima que tienes al lado puede contagiar, te jeringarás tú también.

Digan lo que digan operadores, transportistas, hoteleros y restauradores, lo único que preserva razonablemente del contagio es la distancia. De manera que barcos y aviones, hoteles y restaurantes no podrán operar más que a media capacidad. En esas condiciones, y con una depresión económica universal en danza, solamente la gente muy rica podrá hacer turismo.

Por mucho que lo deseen, por mucho que confíen en imposibles pasaportes sanitarios, en supuestas medidas de seguridad, el turismo masivo no podrá resucitar en Canarias en los dos próximos años, si no más.

El momento del cambio ha llegado. Porque es conveniente para Canarias, porque es conveniente para el Planeta, pero, además, porque no queda otro remedio.

No me escuchen a mí, total, ya estoy acostumbrado, escuchen a quien sabe. A quien sabe, no a quien tiene.  Hay una larguísima lista de personas que claman en Canarias por un cambio de concepto en el destino turístico. Una tan larga lista, que no es posible reproducirla. Pero que ustedes conocen muy bien, porque continuamente aparecen artículos y declaraciones en ese sentido

La época de los larguísimos viajes, para unas vacaciones de unos pocos días, se acabó. La gente de Alemania, del Reino Unido, de España -no digamos, Achamán me guarde, de Rusia, donde la covid-19 está avanzando espantosamente- se lo va a pensar mucho antes de meterse en un avión, para viajar mejilla con mejilla con el cristiano de al lado, por mucho que aleguen los técnicos sobre filtros y ventilación vertical. Y la poca gente que se atreva a volar, se encontrará con los hoteles y restaurantes a media ocupación, con el uso de piscinas y playas muy restringidas, con controles exasperantes por todas partes y, sobre todo, por encima de todo, con la presencia permanente del maldito virus.

Yo no sé si esto que voy a decir les preocupará mucho a los empresarios, pero lo diré: Si se abren los aeropuertos al turismo masivo, el riesgo de infección de una población que ha salido relativamente bien de la Covid-19 gracias al aislamiento, es cierto y pavoroso.

Todas las declaraciones de gente experta en salud -la Organización Mundial del Turismo, los fabricantes de aviones, los hoteleros no saben nada de salud, salvo para hacer negocio- rechazan la validez de un supuesto pasaporte sanitario, para prevenir la propagación del coronavirus. El rápido contagio y el periodo de incubación, más la alta proporción de personas asintomáticas, pero propagadoras del virus, y la dilación en conocer los resultados del test PCR, (una media de 36 horas) hacen materialmente imposible que ese pasaporte garantice que la o el titular no padezca la covid-19 y pueda contagiar. Como dice la profesora Wiley, citada por Helena Smith y Emma Graham-Harrison en THE GUARDIAN, “territorios como Hawai o Nueva Zelanda, alejados y dependientes del turismo, deben ir pensando en reestructurar dramáticamente su economía para que no dependa del turismo internacional”. Y eso es milimétricamente aplicable al caso de Canarias.

Ya tenemos las primeras muestras de lo que puede pasar. A la semana de iniciar la desescalada, de entrar en la irresponsablemente deseada y demandada Fase Uno, ya el índice de contagios en Canarias se ha revertido. Ya empieza a remontar el número de personas infectadas. De las que se conocen, claro, porque las asintomáticas, que ya andan largando virus por ahí, de esas no sabemos nada. Espanta pensar en lo que pasará si se abren las puertas al turismo masivo. Eso de #covidfree es, de momento, una patraña suicida y asesina.

El turismo masivo no vendrá a Canarias. Por lo menos, en  dos o tres años. Pero eso no es ninguna catástrofe. Todo lo contrario. La catástrofe sería que Canarias empiece a recibir de nuevo millones de turistas, exponiéndose a nuevas infecciones masivamente y contribuyendo de nuevo al desastre ecológico mundial y manteniendo a la población canaria en la injusta discriminación social actual. Pero eso no va a ocurrir. El turismo masivo no vendrá.

Ustedes, Angel Víctor, Román, Noemí, Casimiro pueden evitar la otra gran catástrofe. Que Canarias se tropiece desprevenida con la desaparición, por ausencia de demanda, del turismo de masas. De paso, pueden liberar a nuestro país del bochorno de cooperar al calentamiento global. Y, además, manteniendo el aislamiento, única seguridad sanitaria fiable, hasta que se encuentre y se administre la vacuna.

Una vacuna sobre la que la comunidad científica todavía está debatiendo sobre si será posible, si será permanente, si habría que actualizarla periódicamente...  Por debatir, todavía no se sabe si la inmunidad es completa, si las personas que han sufrido la enfermedad se pueden o no volver a reinfectar, si pueden o no transmitir el maldito virus. Mucho tiempo, hasta que se puedan tener seguridades sanitarias. Mucho tiempo, hasta que la confianza permita los viajes por el mundo.

Ahora, ustedes están escuchando sugerencias para el Plan de Reconstrucción de Canarias. Y yo les sugiero:

Olvídense del turismo masivo. Utilicen los fondos que reciban o recauden para la reconstrucción, en la reconversión de la economía canaria. Ayuden a las empresas hoteleras y de restauración a desinvertir en su negocio y pasar a otros. Atraigan al talento canario desperdigado por esos mundos y al que ha permanecido aquí, mal o subutilizado, y empleen a esa masa de gente formada, en las nuevas y antiguas actividades que en Canarias pueden desarrollarse.

  • Obra Pública rentable económicamente, y ambientalmente aceptable: Desalación de agua y energías renovables
  • Apoyo decidido y total al sector primario y a la agroindustria
  • Industria de productos adecuados para un territorio alejado (poco volumen y peso): farmacia, cosmética, electrónica, conocimiento
  • Turismo de lujo, muy reducida oferta a precios altos, verde, que asuma los valores identitarios canarios y la sostenibilidad como atributos favorables. Gestión canaria de ese turismo, acción directa sobre los targets en origen. Transporte con empresas canarias.
  • Referencia sanitaria y educativa para las naciones de nuestro continente africano
  • Animación del comercio electrónico para los productos canarios
  • Una marca única, diferenciada, de calidad, para toda la oferta de bienes y servicios de Canarias

Si no lo hacen, la Historia se lo demandará. 

* Lo escribe y lo sostiene Chema Tante

CHEMA TANTE
CHEMA TANTE

https://www.lacasademitia.es/articulo/economia/tremenda-responsabilidad-historica-angel-victor-roman-noemi-casimiro-chema-tante/20200516211452100122.html

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El colapso del "paraíso" turístico balear y pitiuso, Rafael Borrás (2019)

 

La Renta Básica en la perspectiva crítica del turismo - por Rafael Borrás Ensenyat (2021)

No se trata sólo de prever el futuro, sino de hacerlo posible”

Antoine de Saint-Exupéry (The Wisdom of the Sands, 1948)

 

 

En el artículo de presentación de “Turistificación confinada” Ivan Murray y Ernest Cañada, una vez han descrito la situación del capitalismo turístico global, nos proponen la articulación de “un programa de acción política para el cual hay que organizarse y luchar social y políticamente, que aborde en serio la trasformación de una actividad como el turismo, central en el capitalismo actual”, y nos recuerdan que “actualmente, la RBU puede ser una de las principales herramientas políticas para la trasformación social en un mundo post-COVID”. No puedo estar más de acuerdo con este planteamiento.

El caso es que desde hace años defiendo que garantizar el derecho de ciudadanía -y por tanto incondicional- a la existencia material es un elemento esencial de cualquier programa emancipatorio en el actual contexto de capitalismo extractivista. Por eso, la Renta Básica (RB)i es, sin duda, una propuesta tan realista como disidente con la actual situación es decir, disconforme con la distopia de un crecimiento sin límite, sustentado en un paradigma de realismo mágico tecnológico, y un crecimiento, igualmente sin límite, de las desigualdades y, por tanto, contrario a democracias con impulso igualitario. A la vez, la RB es una reivindicación presente en la articulación de cada vez más luchas sociales emancipatorias. Al fin y al cabo, como nadie es libre de verdad sin tener garantizada su existencia material, la propuesta de RB que defiendo es emancipatoria per se.

¿De qué hablamos cuando decimos Renta Básica?

Pero, ¿Qué es exactamente la RB? Una definición en pocas palabras podría ser la siguiente: Una asignación pública monetaria que recibe, periódicamente e indefinidamente, toda la población. Esta asignación es universal, incondicional, individual, suficiente, y complementaria y compatible con lo que, especialmente en Europa, conocemos como Estado del Bienestar. Es, finalmente, una herramienta para una redistribución de verdad de la renta.

Concretando un poco más, sólo un pocoii, es universal porque todo el mundo tiene derecho a ella, igual que todo el mundo tiene derecho a, pongamos por caso, la sanidad o la educación donde esos servicios públicos se han universalizado. Que la RB sea incondicional quiere decir que no se exige ninguna contraprestación para percibirla, y su carácter individual es parte esencial de su naturaleza emancipadora puesto que el derecho a la existencia material es, obviamente, para las personas, independientemente de cómo organicen sus formas de vivir y convivir. En mi opinión, dicho sea de paso, las prestaciones familiaristas son, en ocasiones, absolutamente necesarias como analgésico para situaciones de necesidad, pero generalmente son insuficientes y nada tienen que ver con los objetivos proclamados. , y, en muchas ocasiones, son generadoras de dependencias en el ámbito de la familia. En este sentido son, dígase claramente subsidios antiemancipadores.

La RB es emancipatoria en la medida que es suficiente, y, por ello, su cuantía no debe ser inferior al umbral de pobreza de cada lugar. No puede ser sustitutoria de otras prestaciones monetarias (pensiones, prestaciones de desempleo, etc.), ni de otras ayudas monetarias de inferior cuantía del ámbito de los servicios sociales, y ha de ser compatible con prestaciones en especies, como, por ejemplo, aquellas relativas a la educación, la sanidad, los servicios de atención a la dependencia, etc.). Una condición esencial de una RB emancipatoria es que su financiación vaya asociada a una verdadera y radical distribución de la riqueza mediante una completa reforma fiscal, y una lucha sin piedad contra el fraude y la evasión fiscal. Esa condición es lo que hace que la RB sea una propuesta justa ya que, aunque todo del mundo la cobra, una minoría pierde y una mayoría gana.

Una sociedad con RB no dejaría de ser, ciertamente, una sociedad capitalista. Pero se acercaría más a una sociedad mejor porque la erradicación de la pobreza dejaría de ser un objetivo –siempre presente en los objetivos de las burocracias internacionales- para ser una realidad disruptiva. No hay libertad en sociedades con importantes sectores de población empobrecidos. En este sentido, conviene recordar a Amartya Sen: “la pobreza es falta de libertad”. Por otra parte, la RB ha de ser parte del nuevo contrato social imprescindible para afrontar la multifacética crisis de nuestro tiempoiii. Por ejemplo: políticas de decrecimiento deseado son infinitamente más imaginables con RB que sin ella; o frenar las grandes desigualdades es frenar la desdemocratización de la democracia. La RB es, en este sentido, una propuesta contra los post-fascismos tan preocupadamente en boga. Es una propuesta urgente porque estamos en presencia de, citando a Wolfgang Streeck, una muy seria “crisis del capitalismo democráticoiv. Sobre el capitalismo en general, y el oxímoron de capitalismo y democracia, para no desviarnos del tema de estas líneas, dejémoslo en aquellas palabras tan certeras del gran Walter Benjamin: “el capitalismo no morirá de muerte natural”.

En cualquier caso, la RB es esencial en cualquier relato de lucha cultural, discursiva, e ideológica sobre un modelo de sociedad alternativo. Al menos, es esencial para quienes no nos rendimos. Las causas estructurales de los sufrimientos sociales de nuestra época son sustancialmente distintas a las del período de la historia que siguió al fin de la segunda guerra mundial, y, consecuentemente, el relato alternativo no puede –ni debe- basarse en propuestas que pivoten sobre la ensoñación de escenarios de pleno empleo. Como las preguntas son otras (¿Pleno empleo con o sin trabajadores pobres?, ¿Con trabajo remunerado como garantía cierta de integración social, o con un empleo en tránsito de la flexibilidad ocupacional al desempleo y empobrecimiento flexible y, por tanto, difícilmente sindicalizable?, ¿Cuánta reducción de jornada es imprescindible para seguir proponiendo el pleno empleo en el contexto de la cuarta revolución industrial?…), las respuestas tienen que ser otras. La RB es una de estas respuestas.

Pero, además, la RB da respuesta a problemas cotidianos que no admiten demora alguna: Por lo general nuestras sociedades –las que los tienen, obviamente- han instaurado unos mecanismos de abordaje de la pobreza poco eficientes, burocratizados, y estigmatizadoresv. Digan lo que digan, las rentas condicionadas no son para erradicar la pobreza. En el mejor de los casos, son unos sistemas costosísimos en su gestión -muy en la “lógica” de la gestión neoliberal de la pobrezavi-, que, a lo sumo, consiguen hacer más llevadero el padecimiento de la carencia material a quien lo sufre.

¿Por qué pienso que la defensa de la RB es esencial en el ámbito del pensamiento crítico del turismo?

Pues porque pensar críticamente sobre el turismo globalizado es investigar sobre los efectos concretos del capitalismo globalmente neoliberalizado. Imaginar un turismo alternativo es, en mi opinión, rebelarse contra los efectos que el modelo turístico actualmente hegemónico tiene sobre la crisis ecológica, los procesos de desposesión de derechos básicos, como el derecho a la ciudad, o la generación de precariedad y pobreza laboral. Traer la RB al ámbito de la discusión contra hegemónica del turismo es asociar este debate sectorial al debate global contra la distopia capitalista de nuestros días. Como bien apuntaban las autoras y autores del “Manifiesto Utopíavii (2008), “establecer una renta básica de ciudadanía no es intentar corregir los efectos del neoliberalismo o socorrer a los más pobres, es, fundamentalmente, cuestionar la lógica capitalista, y buscar otro modo de organización social”.

En Alba Sud -gracias a los aportes de Ernest Cañada, de otras personas del equipo, y de algunas colaboraciones- sabemos que en el heterogéneo sector turístico se dan unas dinámicas específicas de precarización laboral, en muchos casos extrema. De hecho, los casos –no generalizados, ciertamente- de explotación laboral son un goteo permanente que, en algunos casos, deviene estructural, como lo fue la aparición de “mafias de explotación laboral” al socaire del boom de la turistización de muchas ciudades europeas (el caso de Palma, en Mallorca, fue paradigmático). Un factor estructural de precariedad laboral es, sin duda, el gran peso en la demografía empresarial turística de la micro empresa (aquello de trabajar “como si fuéramos familia”, obviando, en esta buenista analogía, que en las familias existen también relaciones de poder y de abuso de poder). Incluso, en las relaciones laborales “normalizadas”, es decir, en la precariedad legal, se han normalizado fenómenos como, por ejemplo, los de la medicalización asociada al trabajo, o la pandemia de riesgos psicosociales con sus terribles efectos en la salud mental pública. A ambas lacras se le aplican, en el mejor de los casos, únicamente políticas terapéuticas.

También sabemos de la magnitud del “trabajo informal turístico”, y, por tanto, de la magnitud de la exclusión de los mecanismos de protección social. Somos conocedores de una realidad demasiado invisibilizada por los lobbies turísticos y las elites en general: El conglomerado de subsectores turísticos generan muchos trabajos absolutamente prescindibles para la humanidad, y, en algunos casos, deseosamente prescindibles para las personas que los realizan. Pensemos, por ejemplo, en todo lo que envuelve el turismo sexual, o el de borrachera que tantas muertes de jóvenes ha provocadoviii.

Por otra parte, es bastante incuestionable, porque los datos lo corroboran, que el turismo hegemónico reparte extraordinariamente mal la riqueza generada. En las sociedades turistizadas está más que demostrado desde hace mucho tiempo que la falacia de la “teoría del goteo”, es decir, de la hipótesis según la cual la riqueza empresarial y financiera se va acumulando, hasta llegar a un punto en que se reparte progresivamente al resto de la sociedad, se ha demostrado falsa, o, cuando menos, extraordinariamente limitada.

En este sentido, no olvidemos que, aquí cito a Paul Theroux, “una de las características del turismo a lo largo de los siglos, desde la época del Grand Tour, es que a no gran distancia de los hoteles de cinco estrellas hay hambre y miseria”ix. Esta es una afirmación muy certera, y generalizable al turismo global de este siglo XXI, aunque deba ser contextualizada en los términos de lo que Ivan Illich denominó “modernización de la pobreza”, es decir, la pobreza no es solo un estado de carencia material, es también, el estado de “discriminación” en una construcción social de desigualdad creciente.

Todo ello, pone de manifiesto que en el turismo, los procesos de precariedad sociolaboral tienen algunas características propias (en magnitud e intensidad) que los convierten en un asunto político más allá de lo estrictamente sociolaboral. No es exagerado hablar de problematización del trabajo turístico como garante de inclusión social, y de poblaciones vulneradas por la falta de libertad asociada a la igualdad de derechos cívicos. Y no es este un problema que afecte a algunas zonas turísticas recientemente incorporadas a la modernización neoliberal del turismo globalizado. Es un fenómeno generalizable. Oliver Nachtwey lo explica así: “En la modernidad social se nivelaban hacia arriba las posiciones de clase, especialmente mediante la concesión de iguales derechos cívicos, en la modernidad regresiva, en cambio, con la sociedad del descenso se constituye una multitud de estructuraciones de clase orientadas hacia abajox”.

La Renta Básica –la conquista del derecho cívico a la existencia material garantizada- es, pues, una pieza importante del paquete de medidas para parar esta modernidad social regresiva que tanto afecta a la cuestión sociolaboral turística. Dicho de otra manera –citando aquí a David Casassas-, “la libertad no se puede pensar desde la justicia (re)distributiva. La libertad es un fin en sí mismo que no puede depender de azares sociales que puedan invitar a formas de asistencia ex post. Distribuir recursos ex ante, esto es, predistributivamente, constituye la estrategia central del constitucionalismo republicano democráticoxi”.

En definitiva, el pensamiento crítico sobre el turismo hace bien en incorporar la propuesta de RB a sus debates. Y hace bien en hacerlo partiendo de una doble premisa: Por una parte, asumiendo que la RB no es la panacea que solucione en monumental desorden neoliberal, pero con la convicción de que la RB otorgaría una capacidad de negociación a las clases subalternas para avanzar seriamente hacia ese otro mundo posible (con este otro turismo necesario). La segunda de las premisas es igualmente fundamental: Es necesario superar miedos a lo nuevo. Entre otros, el miedo social y cultural a imaginar un ingreso sin la contrapartida de un empleo, o el que bloquea visualizar como la implantación de la RB es clave para restaurar el trabajo productivo libremente consentido. No obstante, como canta el grupo catalán Txarango, “los miedos son muros que saltar”.

 

i RB en los términos propuestos por Bassic Incom o Red Renta Básica

ii Para mayor detalle consultar: “La Renta Básica. ¿Por qué y para qué? Daniel Raventós. Catarata, 2021.

iii Singularmente: Triple crisis ecológica (clima, biodiversidad, ecosistemas), pérdida de capacidad de inclusión social del trabajo remunerado, grandes desigualdades, populismos posfascistas.

iv New left review Nº. 71, 2011, páginas.5-26.

v Al respeto es imprescindible el libro “Silencio administrativo. La pobreza en el laberinto burocrático” de Sara Mesa. Anagrama, 2019.

vi Ver, entre otros, “El delito de ser pobre. Una gestión neoliberal de la marginalidad”. Alberto Sales i Campos. Icaria, 2014.

vii Manifiesto Utopía. Prólogo de André Gorz. Icaria, 2010. Página 85.

viii Ver, por ejemplo, “Viaje al turismo basura”. Joan Lluís Ferrer. Editorial UOC, 2016.

ix “El último tren a la zona verde”. Paul Theroux. Alfaguara, 2015. Página 92.

x “La Sociedad del descenso. Precariedad y desigualdad en la era posdemocrática”. Oliver Nachtwey. PAIDÓS, 2017. Página 135.

xi “Libertad incondicional. La renta básica en la revolución democrática”. David Casassas. PAIDÓS, 2018. Página 27.

 

* Gracias a Enrique Borrás, a SIN PERMISO y a la RED RENTA BÁSICA

 

https://www.sinpermiso.info/textos/la-renta-basica-en-la-perspectiva-critica-del-turismo

https://www.redrentabasica.org/rb/la-renta-basica-en-la-perspectiva-critica-del-turismo/

RAFAEL BORRÀS ENSENYAT
RAFAEL BORRÀS ENSENYAT
SIN PERMISO

 

RED RENTA BÁSICA

 

mancheta dic 22