Nota de Chema Tante: Me llena de alegría esta nueva edición, como todo lo que tenga que ver con el admirado Pancho Guerra. Y felicito al Cabildo de Gran Canaria y a su responsable de Cultura, Larry Álvarez, a quien es de justicia reconocer su buena gestión en estos tiempos de miseria económica. Y, por supuesto, me uno a la gran satisfacción que debe experimentar mi amigo Miguel Guerra, presidente consecuente de la Fundación Pancho Guerra.

Hay que resaltar la magnífica noticia de que en esta edición se incorporan nada menos que 65 cuentos olvidades en anteriores publicaciones.

Pero, una vez más contra la opinión de este mi muy querido amigo, volveré a extrañarme por esa imagen que veo que se cuela en la portada de esta edición. Creo vislumbrar que se trata de un maúro que, supongo, se quiere que represente a Pepe Monagas. Con todo el cariño que siento por nuestros maúros y maúras, debo insistir en que Pepe Monagas no era un hombre del campo, sino un hombre de ciudad. Un hombre del risco y del puerto, en Las Palmas de Gran Canaria, de la primera mitad del siglo XX. A pesar de su nacimiento en la raya de Tunte; a pesar de sus andanzas y tenderetes por esos campos, las aventuras y las vivencias de Pepe Monagas son ciudadanas. En ese sentido, respetando por supuesto su libertar creadora, pienso que el también llorado y admirado Pepe Castellano, que tomara el nombre de Pepe Monagas, no fue fiel a la esencia ciudadana del personaje creado por Pepe Monagas. 

Queda dicho.