Nació de unos padres tan creyentes, que siendo muy niño viajaron con él al templo de Jerusalén, donde -era costumbre entre devotos- la familia pagaba una suma de monedas de oro en símbolo ritual de “rescate” a la criatura, perteneciente por defecto a la comunidad.
En DIARIO ATLÁNTIDA, un artículo de Gregorio Cabrera sobre la sostenibilidad en Canarias que, dice el hombre con mucha razón, depende de muchas cosas, además de lo del petróleo
La mujer, impedida, con una pensión miserable que no le alcanzaba para pagar el alquiler, acababa de ser arrojada de su piso. Desesperada, se arrojó con su niño al Guadalquivir. El niño murió, a ella la rescataron. Ahora la acusan de homicidio. A ella. A los verdaderos culpables, no les acusan. Ellos saben lo que hacen, saben adónde van.
Este gentuallo no tiene remedio. Ni siquiera en el homenaje a una persona ejemplar son capaces de ponerse de acuerdo y se enzarzan en pleitos. Como sería el rebotallo, que Juan Brito les ha restrgado por los besos su dignidad personal y les ha dicho que le dejen tranquilo. 
Se lo escucho contar a José Martí en el programa de Javier del Pino A VIVIR QUE SON DOS DÍAS en la SER. Un drama humano, que no es la primera vez que ocurre, pero que en estos tiempos cobra un simbolismo estremecedor. El hombre mata a su hijo y se mata, porque no puede cuidarlo y nadie le ayuda. ¿De quién es la responsabilidad de estas dos muertes?
El Director General de Orientación Profesional del Ministerio de Sanidad presionaba al catedrático para que le diera a su hijo una Matrícula de Honor, quitándosela a un compañero que se lo merece más. Con todo lo malo y condenable que es esto, no deja de ser algo que ocurre. Sinverguenzas los ha habido siempre. Lo detestable, lo terrible, es que desde las alturas se dice que eso es algo "normal entre compañeros". Increíble.
