Firmas
Parlanchinear - por Nicolás Guerra Aguiar
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Jamás de los jamases les perdonaré a los técnicos del aire acondicionado que no llegaran en la del alba, tal como habían prometido. Porque resulta que en la sala de espera de una clínica oftalmológica hacía calor. Y, claro, como allí estábamos ocho personas, siempre hay alguien que mete la pata: -¡Uf, cuánto calor!-, dijo la señora del pañuelo verde, angelito de Dios, inocente criatura, inmaculada mortal con aquella carita de buena gente, cándido querubín.