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sábado, 20 de abril de 2024 07:51h.

Exámenes iniciales  –y finales- a sus señorías - por Nicolás Guerra Aguiar

​Así como de los señores concejales del municipio, consejeros cabildicios y gubernamentales sabemos a través de los medios, charlas entre amigos y continuos bombardeos de sus contrincantes, hay una especie política absolutamente protegida frente al control ciudadano: son sus señorías del Parlamento de Canarias.

Exámenes iniciales  –y finales- a sus señorías - por Nicolás Guerra Aguiar *

Así como de los señores concejales del municipio, consejeros cabildicios y gubernamentales sabemos a través de los medios, charlas entre amigos y continuos bombardeos de sus contrincantes, hay una especie política absolutamente protegida frente al control ciudadano: son sus señorías del Parlamento de Canarias.

   Vaya por delante que, desde apariencias democráticas, podría concluirse su representatividad sin argumentación en contra: a fin de cuentas salieron de las urnas. Y estas, mientras no se demuestre lo contrario, dieron triunfos y significaron fracasos en apariencias de juego limpio, puro y exquisitamente riguroso. Pero digo bien: en apariencias. Porque, a poco que se escarbe, no solo no están en el Parlamento canario todos los que deben estar por voluntad popular sino que varios no figurarían si a la pureza democrática -una persona, un voto- nos ceñimos. 

   En esta falsa democracia impuesta en Canarias los votos de unas pocas miles de personas –gomeros, herreños…- se multiplican por sí mismos y son capaces de obtener tres o dos parlamentarios, respectivamente. Pero aspirantes que figuran en listas con varias decenas de miles de votos de diferencia a su favor no pueden, sin embargo, ser investidos como señorías en cuanto que se imponen las antidemocráticas prerrogativas de las minorías.

   Así, por ejemplo, la Agrupación Socialista Gomera obtuvo tres escaños con 5090 votos. Por el contrario, Ciudadanos se quedó en la calle a pesar de sus 54 375. Y la Agrupación Herreña Independiente, votada por 2521 herreños, está representada por dos parlamentarios. Sin embargo, Unidos (23 428 votos) no ocupa escaño alguno.  Por tanto, no exagero si mantengo la contundente afirmación de que el Parlamento de Canarias no es, en esencia, una institución democratizada.  De ahí que se me ericen pudores y sensibilidades cada vez que escucho en aquel edificio santacrucero falsos mensajes como “El Parlamento democrático”, “Esta institución democrática”, “Parlamento canario como reflejo de la voluntad ciudadana”…

   Aunque con regularidad estoy pendiente de todo lo que sucede en aquella Cámara canaria –informaciones periodísticas, intervenciones públicas de sus señorías, sacristías confidenciales que me cuentan a escondidas…-, lo cierto es que debo reconocer mi absoluto desconocimiento sobre la mayor parte de los sesenta componentes, distribuidos entre siete partidos. (Bien es cierto que los herreños -¡tan pocos y tan astutos!- están algo así como repetidos, pues aunque figuran como independientes, son la pata central de CoATIción… y del Gobierno. Reiterado ejemplo, por tanto, de la irregular y nada democrática composición del Parlamento.)

   Conozco, claro, a los portavoces. A veces discursean más para sus oídos y naturales vanidades personales que para razones, razonamientos y filosofías políticas, es decir, para Ideas. Se les nota que o no prepararon bien aquella intervención o que el señor Rodríguez bis, don Román (el mejor orador, argumenta sus intervenciones) los desorientó en su perorata anterior. Por eso aprovechan el momento (son incapaces de renunciar a su turno aunque nada tengan que decir) para teatralizar o, quizás, hacer prácticas de dramatización como si hubieran sido adiestrados por aquellos grandes maestros –Tomás Motos y Francisco Tejedo- con quienes tanto aprendí sobre dramática creativa o sociodrama.

   Y como dramatizan y parece que manejan las técnicas corporales (a fin de cuentas salieron de campañas publicitarias), de cuando en cuando se les notan ardides, tretas, añagazas o estratagemas a veces ya muy vistas. Dos ejemplos. Uno: nada más llegar, la obsesión con que doblan los císneos cuellos de los micrófonos colocados en el atril oratorio, cual seguidores del poeta cuando pidió que se le torciera el cuello al cisne de engañoso plumaje. Una vez terminan las izadas o bajadas de los mismos (a veces con brusquedad: denota seguridad y convicción), lo normal es que aquellos vuelvan a la posición inicial, es decir, al punto de partida. Pero eso es lo de menos: lo que importa es el impacto visual, como aviso premonitorio al contrincante: “¡Prepárate con lo que te voy a decil, nenel!”. Dos: hay momentos oratorios en que parece que buscan desesperadamente una ficha concreta en medio de los cien folios ubicados sobre el plano inclinado del atril. ¡Montaje teatral!: esa ficha que aportaría datos numéricos de tantos por ciento no existe. Pero su ausencia es la excusa para que nos demos cuenta de cómo están preparados: todo lo llevan en la mente, no necesitan chuleta alguna. Aunque es táctica “repe” impacta, vive Dios, sobre el personal que lo ve por televisión. Obviamente, a sus colegas nada les dice. 

   Sin embargo, me gustaría saber del resto de sus señorías; de qué hacen aparte de asistir a los plenos mientras alternan en sus rostros el interés por lo que se dice y el tedio ante lo que se dice (para algunos poquitos, dígase lo que se diga). Son conscientes de que las cámaras de TV y las de reporteros gráficos pueden captar escenas enjundiosas y nada recomendables para el buen nombre político de su señoría: por tanto, pose. Y eso, quieras que no, crea tensiones, angustias. Y nada les digo ante el alargado discurso que puede hacer zozobrar la llegada a Los Rodeos para volver a la Isla de procedencia.

   Y como me gustaría saber, tengo interés en conocer sus intervenciones ya en plenos, plenillos, comisiones o simples reunencias. Es decir, cuántas veces actúan (que no sea, claro, para levantar el brazo a instancias de sus mandatarios); cuánto duran sus exposiciones; de qué especialidades hablan; qué aportan; con qué conocimientos de causa; cuál es su preparación técnica o intelectual… Por ejemplo: una señoría que se encuadra “en los órganos” de Discapacidad, Empleo, Políticas Sociales y Vivienda, Sanidad, Turismo, Cultura y Deportes. ¿Es conocedora de tantas y complejas especialidades? Si así fuera, me acuesto tranquilo: estamos en manos parlamentarias de personas muy preparadas, globalizadas intelectualmente.

   Aunque, digo yo: ¿y si cada aspirante a señoría tuviera que demostrar capacidades y preparaciones para ejercer en tales organismos? A un médico lo avala su titulación. ¿Y a sus señorías?

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar