De cómo mis amigos se me hacen mayores - por Nicolás Guerra Aguiar
Parece que el paso de los años se va imponiendo en amigos con quienes comparto entrañables aprecios. (Otros, en quienes creí, ya solo fugacean como vegas y ramos evaporados). De los primeros hay algunos cuyas reacciones ante lo ineludible no son de natural aceptación sino de rebeldía, de forzada renovación estética, como si fuera posible eliminar la acción devastadora en estructuras físicas e, incluso, manías. Acepto la realidad: se marchitan a medida que los años se les van acumulando. Por tal razón los inicios de almuerzos con algunos giran siempre en torno a malejones, diabetes, incontinencias nocturnas que fuerzan a tomar posesión del retrete, algunas que otras hipertensiones o tratamientos prostáticos mientras ingieren comprimidos, grageas, pastillas, y no recuerdan si tomaron las recuperadoras de la memoria.