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viernes, 29 de marzo de 2024 10:20h.

Historia de un represaliado del franquismo – (X) Recuperándome de la huelga de hambre - por Ramón Armando León Rodríguez

Lo primero que me dieron de comer fue una sopa de pollo. La verdad es que me pareció un manjar; y posteriormente un vaso de leche que también me supo a gloria. Paulatinamente me fui, poco a poco, alimentando con comida más sólida.

Historia de un represaliado del franquismo – (X) Recuperándome de la huelga de hambre - por Ramón Armando León Rodríguez

Lo primero que me dieron de comer fue una sopa de pollo. La verdad es que me pareció un manjar; y posteriormente un vaso de leche que también me supo a gloria. Paulatinamente me fui, poco a poco, alimentando con comida más sólida.

Los funcionarios registraban las celdas en cada turno, por si encontraban alguna nota o tabaco, cosas que estaban totalmente prohibidas, las notas era nuestro medio de comunicación con los demás compañeros y nuestro enlace era el preso común que nos traía la comida, algunos funcionarios trataban de desmoralizarnos haciéndonos creer que la huelga había fracasado.

Entre los funcionarios había dos hermanos que se diferenciaban, con su actitud, de los otros: eran más comprensivos con nuestra situación. Estos dos hombres habían estado prestando sus servicios en una prisión del llamado “Sahara Español” y ambos tenían un comportamiento, dada las circunstancias, ejemplar.

Los registros de las celdas consistían en revisar los colchones y comprobar que los barrotes de la ventana no habían sido manipulados. Para ello se ayudaban de una barrita de hierro con la que golpeaban las traviesas. Esto se hacía para evitar que alguien se fugara, a mí me parecía ridículo, por la condición de preso político, pero he de reconocer que en algunas prisiones se habían dado fugas de presos empleando el método de cortar los barrotes con algún artilugio elaborado en la prisión. Cuando estos funcionarios hermanos terminaban de hacer el registro y se marchaban, venía la sorpresa, me dejaban debajo de la colchoneta un par de cigarrillos y cerillas. Ya digo que esto estaba totalmente prohibido y, que a nosotros nos habían aplicado todas las sanciones, y más, que permitía el régimen penitenciario, de manera que se arriesgaban a que ser apartados de sus funciones y, a que los altos cargos no confiaran en ellos, pero sus conciencias no les permitía una represión tan feroz.

Nosotros seguíamos recuperando fuerzas, aliviando las consecuencias de la huelga de hambre y preparándonos para aguantar tres meses en celdas de aislamiento y asumir la pérdida de los “privilegios” que teníamos antes de la huelga. Creo que con las huelgas no ganamos mucho, aunque era una de las pocas armas que teníamos para pelear contra el sistema represivo que empleaba la Dirección General de Instituciones Penitenciarias. Pero nos quitaban gran parte de los pocos derechos que teníamos, además de que la salud se deteriora y aunque te recuperes siempre te quedan secuelas. Entre los presos políticos, como sucede en cualquier colectivo humano, hay visionarios, son personas que ven más allá de la realidad, estos iluminados te arrastran a una serie de actuaciones que algunas veces son positivas, pero que en su gran mayoría solo se quedan en un sueño que termina siendo una pesadilla.

 

Capítulos anteriores:

Historia de un represaliado del franquismo – (I) Mi primera detención

Historia de un represaliado del franquismo – (II) Barranco Seco

Historia de un represaliado del franquismo – (III) Juicio y apelación

Historia de un represaliado del franquismo – (IV) Actividad política

Historia de un represaliado del franquismo – (V) La Caída de Sardina

Historia de un represaliado del franquismo – (VI) Consejo de Guerra sumarísimo

* En La casa de mi tía por gentileza de Ramón Armando León Rodríguez