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jueves, 18 de abril de 2024 22:39h.

Historia de un represaliado del franquismo – (VII) En las cárceles de España - por Ramón Armando León Rodríguez *

Al desembarcar, nos llevaron a la Prisión Provincial de Cádiz. Era parecida a las prisiones de Estados Unidos, pero a la española; tenía unas galerías estrechas con dos pasillos en donde se ubicaban las celdas. Nos introdujeron de dos en dos en cada una de esas celdas, y cuando entramos nos pareció que aquello era un cubil y que nosotros éramos una especie de animales sin definir. Nos quedamos mirando aquel antro y observamos que las paredes, pintadas de “blanco sucio”, tenían numerosos puntitos negros, pero como el cansancio era mucho, no nos quedó otro remedio que tumbarnos en el jergón y quedarnos dormidos de forma inmediata

Historia de un represaliado del franquismo – (VII) En las cárceles de España - por Ramón Armando León Rodríguez *

Al desembarcar, nos llevaron a la Prisión Provincial de Cádiz. Era parecida a las prisiones de Estados Unidos, pero a la española; tenía unas galerías estrechas con dos pasillos en donde se ubicaban las celdas. Nos introdujeron de dos en dos en cada una de esas celdas, y cuando entramos nos pareció que aquello era un cubil y que nosotros éramos una especie de animales sin definir. Nos quedamos mirando aquel antro y observamos que las paredes, pintadas de “blanco sucio”, tenían numerosos puntitos negros, pero como el cansancio era mucho, no nos quedó otro remedio que tumbarnos en el jergón y quedarnos dormidos de forma inmediata.

Cuando nos despertamos observé que mi compañero, Manuel Vizcaíno Reyes, de piel muy blanca, estaba lleno de ronchas, los puntitos negros no eran otra cosa que unos animalitos pequeñitos llamados chinches, que, por fortuna a mi no me atacaron, probablemente porque mi piel es más oscura o no les gustó mi sangre. En este lugar también se come, y la comida era fiel reflejo del cuchitril, había que tener mucha hambre o un estómago de hierro para comerse la bazofia que nos daban por comida. Este pequeño martirio duró aproximadamente una semana, pero a nosotros nos pareció interminable. Lo que no sabíamos es que lo que nos esperaba era muchísimo peor.

Nos trasladaron a otra prisión que estaba bastante cerca, el Penal de El Puerto de Santa María. Este Penal había sido un antiguo convento del siglo XVI y pasó a ser prisión en 1886. Cuando entramos tuvimos que pasar por un patio y a nuestro paso algún preso nos gritó, mientras nosotros continuamos nuestra peregrinación hacia las celdas del sótano, y entrar en fila india por una galería tipo bóveda con escasa iluminación. Las celdas eran tenebrosas, rápidamente me vino a la memoria la novela de Alejandro Dumas: “El Conde de Montecristo”, tenían dos puertas, ambas de hierro, la primera estaba totalmente sellada, la segunda una verja de hierro cóncava hacia adentro con el fin de que el preso estuviera lo más lejos posible de la primera puerta.

El calabozo era tétrico, frío y lúgubre. El espacio de esta mazmorra consistía en dos metros de largo, metro y medio de ancho y unos cinco metros de altura, en lo más alto había un ventanuco con barrotes, la cama era de hierro sujeta a la pared por unos barrotes que también era de hierro, había una vasija mugrienta que probablemente estaba allí desde los tiempos del cólera. Cuando me trajeron la primera comida, no vomité de puro milagro, recuerdo que eran unos huevos podridos con algún tipo de salsa, por supuesto, no me los comí, la larga noche que permanecí allí sólo tomaba café y esto gracias a un preso común que a cambio de unos cigarros, puros palmeros, que yo le daba me traía tres o cuatro cafés. Café y pan fueron los únicos alimentos hasta la mañana siguiente. A las cinco de la mañana partimos hacia nuestro próximo destino. 

 

 

Capítulos anteriores:

Historia de un represaliado del franquismo – (I) Mi primera detención

Historia de un represaliado del franquismo – (II) Barranco Seco

Historia de un represaliado del franquismo – (III) Juicio y apelación

Historia de un represaliado del franquismo – (IV) Actividad política

Historia de un represaliado del franquismo – (V) La Caída de Sardina

Historia de un represaliado del franquismo – (VI) Consejo de Guerra sumarísimo

* En La casa de mi tía por gentileza de Ramón Armando León Rodríguez