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miércoles, 15 de mayo de 2024 08:42h.

La extrema izquierda que vota a Podemos - por Nicolás Guerra Aguiar

No habían pasado  dos días del domingo electoral cuando desde emisoras de radio y televisión se lanzaban comentarios, si no impactantemente belicosos, sí cargados de insinuantes connotaciones sobre Podemos, aquella formación que consiguió un millón y pico de votos casi sin darse a conocer.

La extrema izquierda que vota a Podemos - por Nicolás Guerra Aguiar

 

   No habían pasado  dos días del domingo electoral cuando desde emisoras de radio y televisión se lanzaban comentarios, si no impactantemente belicosos, sí cargados de insinuantes connotaciones sobre Podemos, aquella formación que consiguió un millón y pico de votos casi sin darse a conocer. Y hubo un denominador común entre tales serenos portavoces y desapasionados contertulios –“se trata de un grupo de extrema izquierda”, insistían una y otra vez- que me llevó a una conclusión: España está a punto de convertirse en ramificación violenta de fanáticos, apasionados irracionales que no entenderán “el sistema” a pesar de que en el último proceso electoral no les fue mal. Porque el muy categórico binomio “extrema izquierda” tiende a indicar, sibilinamente, que quienes participan de ella están fuera del juego democráticamente constitucional. 

   Pero ya se sabe: entre el Libro Rojo de Mao; El marxismo como moral (Aranguren) y Por una cultura democrática (Heinrich Mann), sectores proletarios juveniles se han echado a perder. Y, además, por negativas influencias de un rojísimo profesorado que también los invitó en institutos y facultades a recuperar, por ejemplo, El final de la utopía, la inquisitorialmente condenable obra marcusiana que supone la posibilidad de eliminar la opresión y la miseria. Y eso por más que algunos radicales prefieren a Noam Chomski, el degenerado crítico contra el capitalismo contemporáneo y definido como “socialista libertario”, horror, atrocidad, deshumanización.

   Aunque, bien es cierto, las trompetas del Juicio Inicial contra lo que llaman “la extrema izquierda” ya no solo las insuflan gentes más o menos impresionables por aquello de “la razón de la sinrazón” quijotesca, portadores del destino en lo universal. Me perplejaron las conclusiones a que llegó el señor Monago, presidente de la Junta de Extremadura (extrema dura su homilía) sobre el triunfo de Podemos, luciferiana agrupación que desestabiliza la harmonía renacentista reinante: es la extrema izquierda. Y me sorprendió, pues en él dominan casi siempre serenidades, raciocinios y sentido común.

   Dijo que no entendía las tremendas críticas contra el triunfo de la extrema derecha cuando, aquí, se había votado a un movimiento de extrema izquierda, Podemos, la agrupación de quien la prensa extranjera ha hablado más en tan pocos días que sobre tradicionales partidos españoles. No sé qué diría de Podemos el periódico Pravda, pero para la prensa revolucionaria “Podemos es un partido de izquierda ‘anti-austeridad’”, dice la BBC. Y destaca Financial Times las críticas del profesor Iglesias al bipartidismo tradicional en España y a las políticas de austeridad. Según el New York Times, Podemos “ha sido capaz de sacudir los cimientos de la política española”.

   Desde el otro partido, el PSOE, también señales de alerta en boca del señor Chávez, expresidente de la Junta andaluza durante veinte años, exministro, diputado psocialista… A las cuarenta y ocho horas del cierre de las urnas reclamó en la SER realismo a Podemos, y dictó sentencia: no es lo mismo estar en el poder que una campaña electoral. Pero no lo felicitó. Y luego, esa otra losa funeraria del PSOE: su divino expresidente González, exquisitamente respetuoso con las urnas. Aquel mesías que defiende el pacto PSOE-PP habló de “los bolivarianos” en clara referencia a Podemos. O lo que es lo mismo, parece que el millón y tantos de votantes que dieron su apoyo a la formación del profesor Iglesias (más conocido internacionalmente que el señor Rajoy) podrían llegar a ser aproximaciones a miembros activos de grupos armados revolucionarios. O, quizás, están a punto de tomar las armas previas prácticas en campos somalíes, afganos o de la Europa del Este.

  Podemos gastó en la campaña electoral ciento cincuenta mil euros y obtuvo cinco parlamentarios. ¿De dónde sacó la multimillonaria cifra, superior en varios cientos de miles a las que invirtieron PP y PSOE, los dos partidos más votados? Como se trata de un grupo de extrema izquierda, y la extrema izquierda es radical, sospecho: seguramente el dinero salió de cuentas corrientes en Caracas, acumuladas gracias a impuestos revolucionarios que les cobra a multinacionales para que exploten yacimientos en África o millones de hectáreas en la América Latina, aquella de la United Fruit Company que denunció la poesía guatemalteca de los años setenta y costó la tortura, mutilación y su conversión en pira humana al poeta Otto René Castillo, por ejemplo.  Aunque también es posible –dicen que hay sospechosas relaciones- que proceda de organizaciones yijadistas, aquellas que asesinan –ningún asesinato es justificable-  y para quienes la dignidad humana, la condición humana, nada significan. (Se descarta que algunos de sus miembros –cuestión de edades- participaran en el asalto al tren-postal Glasgow-Londres en 1988.)

   Que los ortodoxos demócratas de siempre no solo se hayan sorprendido, sino que arremetan apasionadamente (aun no emplean argumentos, razones) contra Podemos es algo que, obviamente, responde a desajustes en el orden establecido como si la sociedad fuera una, rígida, imperturbable, y las Ideas ya estuvieran anquilosadas, lo opuesto a aquello de las fluidez de las aguas que llegan nuevas, distintas, renovadoras. La señora Barberá sentencia urbi et orbe: Podemos “es  el antisistema que usa al sistema para cargárselo”. Y lo afirma después de que hace meses su partido invitara a Podemos a presentarse a las elecciones del pasado domingo.

   ¿Hay, pues, en España, un millón trescientos mil extremoizquierdosos? No, en absoluto. Esto no es el fanatismo afgano, tampoco la yijá islámica. Se trata, simplemente, de que un sector de la sociedad está harto de corrupciones, chanchullos, indultos a ladrones, milmillonarias inversiones de dinero público en la banca privada, sobresueldos (sueldos en sobres)… y todo aquello que ya sabemos. Si el sistema está corrupto, que lo está, debe cambiarse. Y eso lo creen, por el momento, un millón y pico de votantes y millones que se abstuvieron.

   Si Podemos es solo una quimera, una ilusión, ya se vendrá abajo. Pero ahora, con sus  desequilibrios, lo impulsan también sectores acomodados. Sigan en la perturbada campaña: lograrán que ese millón y pico de votos se multiplique.