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jueves, 16 de mayo de 2024 10:26h.

El periodismo y los mercaderes del dolor - por Alberto Vila

La Historia está repleta de episodios sangrientos. Las victimas miran desde las cuencas vacías de sus calaveras la industria del entretenimiento que se ha montado a su costa.

El periodismo y los mercaderes del dolor - por Alberto Vila

La Historia está repleta de episodios sangrientos. Las victimas miran desde las cuencas vacías de sus calaveras la industria del entretenimiento que se ha montado a su costa.

Sin llegar en todos los casos a esos extremos, la categoría de circunstancias dramáticas que rodean a la vida de muchos europeos, también se difunden con verdadera falta de consideración a la dignidad humana.

Dejo en una categoría diferente aquellas movilizaciones de ciudadanos, con nombre y apellido y DNI, que están dispuestos a respaldar peticiones o colectas para solventar alguna de esas situaciones. Los movimientos sociales están en esa categoría. A ellos se dirige la nueva normativa de seguridad, mal llamada "ciudadana".

En otra categoría, también debemos ubicar a los cronistas y literatos que procuraron y procuran capturar para la posteridad su sufrimiento, o el de los demás, y el momento histórico en el que tuvieron lugar. Preservan la “memoria”.

Los que "producen" autobiografías exculpatorias, constituyen otra categoría de personajes. Me reservo la opinión, no dispongo de todos los elementos.

Traslado para el centro de estas ideas a aquellos que tienen por cometido banalizar el dolor en aras del mero entretenimiento. Contribuyen a la idea extendida de que la ficción suplanta a la realidad. Se constituyen en operadores, o se convierten en defensores extremos de los causantes de los males de vastos sectores ciudadanos. En la mayoría de los casos, sin embargo, son vulgares cómplices del encubrimiento de la sangrante realidad cotidiana. Por publicarlo morbosamente, o por ignorarlo ignominiosamente.

Cuando una persona es maltratada y su caso se expone ante las audiencias con el mero propósito de incrementar el rating, o se convierte en un tema de debate de personas con una competencia cuestionable en la materia, simplemente se consigue degradar la condición humana.

Hasta hace un fin de semana podíamos afirmar que España se dividía entre “Salvados” y “Salvame”. Luego del último fraude del pseudo documental del intento de golpe del 23F, emitido por La Sexta, ambos conceptos se aproximan peligrosamente.

La aparente suplantación, a través del espectáculo de debates televisivos, de la responsabilidad de las instituciones creadas a tales fines, supone una evidencia del fracaso de ambas. Esos programas, a su vez, configuran una "válvula de escape" para liberar las tensiones sociales desencadenadas.

La visión maniquea de las audiencias, ya tratada por Roland Barthes en su magnífico ensayo "Mitologías". Según este autor, el mito, es un habla despolitizada, pero que oculta el propósito de naturalizar las condiciones sociales de existencia, que siempre responden a los intereses de unos pocos.

En este trabajo, en una de sus reflexiones, procura resolver la representación de las ideologías enfrentadas en la metáfora del cacht, la lucha libre profesional y folletinesca:

“¿Qué es, entonces, un canalla para ese público compuesto en parte, pareciera, de informales? Esencialmente un inestable que sólo admite las reglas cuando le son útiles y transgrede la continuidad formal de las actitudes. Es un hombre imprevisible, por lo tanto asocial. Se refugia detrás de la ley cuando juzga que le es propicia y la traiciona cuando le es útil hacerlo; unas veces niega el límite formal del ring y continúa golpeando a un adversario protegido legalmente por las cuerdas, otras restablece ese límite y reclama la protección de lo que un instante antes no respetaba”. Esta metáfora puede ser aplicable a políticos, tertulianos o periodistas.

Para culminar: “El golpe prohibido se transforma en irregular cuando destruye un equilibrio cuantitativo y perturba la cuenta rigurosa de las compensaciones; lo que el público condena no es la transgresión de pálidas reglas oficiales, sino la falta de venganza, la falta de penalidad. Por eso, nada más excitante para la multitud que el puntapié enfático dado a un canalla vencido;…”

Los debates y otras modalidades reúnen una buena parte de estas características. Personalmente creo que el control de los medios de comunicación intenta resolver esa cuestión. Canaliza la ira popular hacia un abismo de impotencia en su expresión. Comercian con el dolor, pero no contribuyen a mitigarlo. Puro espectáculo. Poco rigor. Pocas propuestas. Banalidades, en suma.

Ello es aún más, cuando las próximas convocatorias electorales exigen que desde el gobierno se emitan mensajes positivos. El reciente Debate sobre el Estado de la Nación así lo expuso. Dentro de los canales que los difunden, la TV tiene una responsabilidad determinante. En este medio son contados los casos de ejercicio periodístico que resuelve el sentimiento de injusticia que acumula Juan Pueblo.

Por ejemplo, cuando las medidas adoptadas día tras día por una ministra como Fatima Bañez, que son fuente de pena y dolor para amplios sectores de españoles, los asesores la convencieron de presentarse ante los medios de comunicación. De este modo, pareciera que se procuran justificar de tales efectos perversos mediante declaraciones escalonadas a diferentes radios y televisiones.

Entonces se la vio, sonrisa floja en ristre, y exhibiendo su peinado indescifrable, emitiendo una serie de mensajes triunfalistas que nada tienen que ver con la realidad pero que avalan la gestión de su líder Mariano Rajoy.

Solamente una profesional de todos estos medios supo acotar su "interpretación": Susana Griso en Antena 3. Por cierto, para sorpresa del sector crítico de la opinión, que no contaba con semejante línea de la entrevistadora. Así, en la mañana posterior al debate, en el programa Espejo Público, de Antena 3, entre la presentadora y la responsable de Empleo y Seguridad Social, se produjeron una serie de diferencias, gracias al buen juicio de la responsable del programa.

Griso recriminó a la ministra que no estaba contestando a sus preguntas y que estaba desviando la atención, como si se tratase de "un mitin". De hecho, las respuestas de Báñez eran extremadamente largas. Este libreto era el mismo que la funcionaria recitó en un buen número de programas. Lo que no contó, fue que, en este caso, la presentadora manifestara sus problemas para plantear las cuestiones periodísticas ante tanta verborragia.

La periodista entonces se vió obligada a decir: "¡Cómo me cuesta preguntarle, ministra!". "Vamos a intentar que esto sea una entrevista y no un mitin, porque me da la sensación que usted me suelta su discurso pero no me está respondiendo a lo que le pregunto", dijo Griso. "Estoy preguntando si a usted le parece disparatado lo que dicen los sindicatos: que los salarios están bajando un 10% de media". La respuesta, como se comprenderá siguió por derroteros del esperpento. Pero eso es lo de menos. Los asesores presidenciales afirman que algo quedará.

El resto de medios, grupo Prisa incluido, con tímidas precisiones que fueron sepultadas por el entusiasmo de esta mujer llegada a ministro, procuraron mantener la fidelidad de sus oyentes, con entrevistas menos críticas, o más amables, que las de su colega de Antena 3. Los editores de El País no lo tienen fácil para evitar la fuga de lectores que soporta su medio.

La pregunta que me viene ahora es, ¿qué propósito persiguen aquellos periodistas que sólo muestran el lado sórdido del drama humano? ¿Cuál es el cometido por el que se solazan con la pena y el desencanto desde la confortable marquesina de un plató televisivo o en un estudio radial, sin formular propuestas esclarecedoras o, al menos, resolutivas de las consecuencias de políticas restrictivas?

¿Este es el periodismo que nos merecemos? Tal vez la respuesta sea “sí”. En ese punto, el dolor se habrá convertido en mercancía y nosotros en víctimas.

Recuerdo a Ayn Rand cuando afirmaba que: “Potencialmente, un gobierno es la amenaza más peligrosa para los derechos del hombre: tiene un monopolio legal sobre el uso de la fuerza física en contra de las víctimas legalmente desarmadas.”

También en:

http://www.publicoscopia.com/opinion-politica/item/1146-el-periodismo-y-los-mercaderes-del-dolor.html