el poder de la Iglesia siguió siendo intocable
Eduardo Montagut en EL OBRERO trata sobre la abyecta manipulación que hizo el franquismo sobre la gente, con la educación. Y yo, Chema Tante, como víctima absoluta de ese sistema educativo, estoy en condiciones de decir algo que ya he dicho varias veces, Franco, inteligente, no era; pero listo, lo era como el hambre. Franco y la oligarquía a quien servía sabían que el más potente peligro que suponía la acción de la República era el de la renovación educativa que impulsaba. Por eso las maestras y los maestros, las y los docentes a todos los niveles, fueron el objetivo principal de la represión franquista, que asesinó, torturó, hostigó y neutralizó a esta legión abnegada de profesionales y la sustituyó por gente fanatizada o maniatada desde el poder. No es ninguna bobería, porque esos cuarenta años de marasmo educativo han producido esta sociedad alienada a la que le preocupa más las vicisitudes del Florentino futbolero que las trapisondas rapaces del Florentino empresario. Leer lo que escribió el vil Pemán para las comisiones de depuración, es al a vez deprimente y relevador. Y hay que decir que esa acción corrosiva en la educación se alivió en cierta medida en la pseudodemocracia por la entusiasta brega de profesoras y profesores en la escuela pública, pero que se ha mantienido en buena parte de la privada, por la presencia religiosas. En cuanto a la educación Superior, el asunto es complicado, porque en gran parte, los claustros han estado integrados por gente formada en la miseria franquista.