Las abismales diferencias ideológicas que me separan de Ricardo Peytaví no pueden impedir que le reconozca la razón cuando la tiene. En especial en lo que dice en este artículo suyo en EL DÍA.  Por mucha pasta que se estallen en promociones y en viajes de lujo sin motivo, el destino canario se sume en la más absoluta cochambre.

Yo, que deambulo por la red con ganas de meterme o de aplaudir a quien se merezca una u otra acción, debo inclinarme esta vez, de nuevo, por el aplauso a Peytaví por este texto en EL DÍA, asunto de la dimisión del responsable de inmigración en el gobierno británico.

En EL DÍA, Ricardo Peytaví ejerce su respetable derecho a exponer su opinión, para cuestionar su no menos discutible derecho a hacer lo propio. Peytaví parece creer que solamente se puede opinar escribiendo, pero no manifestándose en la calle.

En EL DÍA, ese paradigma de la estulticia interesada (porque, cuando le interesa, de bobo no tiene nada) llamado Ricardo Peytaví, se aferra otra vez al tópico falaz de la supuesta riqueza que supondría para Canarias que alguien encontrara y extrajera petróleo en aguas cercanas a nuestras costas.No se entera el abyecto articulista de que en ese hipotético y detestable caso, Canarias no vería más riqueza que la que cobrarían quienes defienden tanta vileza, a cambio de treinta monedas. O menos. O más, que da lo mismo

En EL DÍA, excelente descripción de la coyuntura política canaria, que hace Ricardo Peytaví, con especial detenimiento en la potra de que goza Paulino y de cuyo texto no me resisto a reproducir un cachito:

En EL DÍA, Ricardo Peytaví asocia las malas sensaciones que le produce la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con las actuaciones legales de la jueza argentina Servini de Cubría, para investigar los crímenes del franquismo. Siguiendo su acostumbrada estrategia, Peytaví ignora la realidad para cargar con rudo sarcasmo contra el hecho de que la jurisdicción argentina se ocupe de casos ocurridos en el estado español.

Me dedica Ricardo Peytaví su furia desatada en EL DÍA. Por cierto que, contra toda norma de cortesía y ética, habla de mí y me cita sin incluir la fuente ni el enlace. Ellos son así. No admiten respuesta alguna, para poder decir lo que quieran, sin que nadie les contradiga. Y como no me identifica, lo enlazo aquí, para general conocimiento. Me encanta, sabrán, que este hombre se ponga así conmigo. Hay enemigos que honran. Y, sabiendo cómo se las gastan en las trincheras que él ocupa, no deja de ser una satisfacción esa peregrina referencia a las checas.

En EL DÍA, Ricardo Peytaví, demuestra que para escribir en ese medio no hace falta saber leer o comprender lo que se lee. Basta con tener apego al puesto de trabajo y saber qué cosas tienes que escribir para seguir pasando por caja todos los meses. Pero el artículo que publica este 21 de septiembre es un paradigma de a qué bajos niveles se puede llegar cuando uno ni se toma el trabajo de leer lo que critica.