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El brutal crecimiento de la Deuda Pública es uno de los más graves fraudes de una gestión de gobierno plagada de fraudes estrepitosos. La paradoja de unos gobernantes bergantes que reducen gasto social e inversión pública, reduciendo al máximo las cargas tributarias a las grandes empresas, fortunas y rentas, mientras aumentan la fiscalidad al trabajo, el consumo, el dolor y la cultura y, al mismo tiempo, entrampan a todo el estado multiplicando la Deuda constituye un delito que se suma y corona el resto de barbaridades perpetrada por una horda desaprensiva. Para mayor desgracia, esa enrome Deuda tan inexplicablemente contraída pesa de manera insoportable sobre toda la economía y, encima, se enarbola como la gran justificación para el austeritarismo. Una estratagema que carece de toda ética. Lo que ha ocurrido en Grecia es un ejemplo clarísimo de toda esta desgracia: pero en toda Europa el mecanismo neoliberal de dominación ha funcionado a plenitud y el Estado español no se ha quedado atrás, en manos de un partido corrupto. Sin embargo, este problema pavoroso de la Deuda no merece mayor atención de la gente ni de muchas fuerzas políticas, con algunas honrosas excepciones, con Eric Toussaint a la cabeza. Este insigne paladín de la lucha contra la trampa de la Deuda Pública y Privada ilegítimas propulsa, con gente como Varoufakis una alternativa europea, el llamado Plan B. Es lo que explica en el artículo aparecido en PÚBLICO, en traducción de Griselda Pinero, que recomiendan Juan Espino y Francisco Morote, de ATTAC